12 noviembre 2007

"Sos una mina jodida"




“Sos una mina jodida” me dijo Gabriel, me repite Gabriel cada vez que nos encontramos, como reafirmando que tiene cuidado con lo que esta tratando. No termino de entender el porque. Hay veces q debería cerrar el pico y no ahondar en mis historias para no espantar a los machos en celo que se me acercan. Como si fuese algo instintivo, me pongo arisca cuando me quieren venir a oler las nalgas, o cuando observan cada uno de mis movimientos para que en la primera de cambio, echen un zarpaso certero que me envuelva en las mismas historias que detesto con todo el corazón.



Creo que existe un triste y patético patrón de conducta en los hombres que en general me llevé a la boca. Una de las últimas historias habla de un tal Lautaro. Un amigo de amigos, lo q lo hace ser automáticamente un X. Terminando una noche laboral en uno de esos antros porteños en los cuales me muevo para quizás ganarme el pan o quizás para olvidarme de los fracasos todos, aparece este pibe, claramente mas chico que yo, y claramente totalmente desubicado en el lugar en el q se encontraba era como un fanático de Calle 13 en un recital de O´Conor. Después de intentar comunicarse conmigo en plan galancete de telenovela progre de canal 7, y fallar reiteradamente en sus intentos, caímos en que nos conocíamos de hace un par de años, cuando yo paraba en una plaza en la esquina de una fábrica de Consti que querían desalojar y ahí hacíamos el aguante. Esa noche que nos conocimos, fuimos a su casa con otro amigo en común, y si hay q hablar de noches marihuanas, fue una de esas veladas nocturnas que chorreó thc con espíritu adolescente, donde no entendí mucho nada para variar.





Este tal Lautaro, no escatimaba en formas y palabras que llegaban para adularme, algo totalmente necesario en determinados momentos como ese, en donde nadie se percataba de mi estado de cocainómana en recuperación. Mientras desayunábamos Lautaro intentaba trazar en su cabeza recorridos de bondis que nos dejen a los dos, para poder viajar juntos y así seguir haciendo su laburito, no de hormiga, mucho menos de elefante, sino de macho en celo y excitado por mi escote rojo y mis tetas hinchadas. Le robé el número del celular en uno de esos pases mágicos que adoro tener y solo yo tenía la decisión sobre como seguía la historia. Al menos hasta ese momento.





Al día siguiente nos mensajeamos, era claro que estaba todo dicho, yo iba a acceder a seguir el juego estúpido; lo invité a casa y luego de unos mates y charla sobre drogas varias y cuidados intensivos salimos a un recital de una banda bien punk, bien ochentas, bien gracias: los TriciclosClos. Cuando caminábamos por las calles de Congreso rumbo a otra fiesta donde morir, Lautaro me convida media pastilla, agua de por medio, bondi hasta la fiesta, y una sensación de éxtasis descontroladamente sexual que esa cosa me generó hizo que más fácil aún terminemos en mi casa, en mi cama, en mis sábanas…claro que antes me quise tirar por la ventanilla del bondi y rodar por la calle cagándome de risa, un buen plan que fue rápidamente abortado luego de que todos me agarraron de las patas, los brazos, todo todo…



Lautaro. Actor de primera con público dopado, pudo hacerme comprar un personaje que emocionaba y sensibilizaba a semejante espectadora. “¿queres ser mi novia?” – “yo puedo enamorarme de vos” – zarasas y zarasas y mas zarasas … “te voy a llevar de shoping y te voy a vestir” – la situación se ponía complicada… se ponía como de comedia, la bizarrés nuevamente golpeaba a mi puerta y yo como buena mala alumna que no aprende de sus errores, le abrí la puerta. Me habló creo q de un lavarropas y algo de robarse un enano de algún jardín para que el mío no estuviese tan solo. No sé cuanta gilada más dijo Lautaro esa noche. Tenía como una obsesión extraña: la de comprarme artefactos eléctricos y ropa de moda, como la que usan las chicas de hoy por la calle. Nada que ver con nada. Me había empezado a asustar.





Al tiempo, a los días, lo llamé y nos vimos. Era como q no nos conocíamos en realidad, o como si nada hubiese pasado. Medio indignada quedé, indignada o nuevamente indignada.Un vaso de vino, aunque ya estaba ebria al momento de llegar a su casa, unos porros aunque ya me había fumado las tucas que tenía tiradas en la mochila… un budín de dos pesos, aunque venía de comer un pancho rancio en la calle y chau, me voy y agradecé que no reclamo el lavarropas.




Más vale que deje de mandarme mensajes porque lo pienso ir a buscar y llevarlo de shoping. Pedazo de gil!

1 comentario:

Anónimo dijo...

los TRICICLOSCLOS fueron y serán tu perdición. Muy amable.